domingo, 11 de abril de 2010

LA GEOECONOMÍA: UNA NUEVA FUERZA ESTRÁTEGICA PARA LA COMUNICACIÓN CIENTÍFICA

* Este texto ha sido extraído de la tesis doctoral de ciencias de la información y la comunicación «Dispositifs intelligents et stratégies d'innovation: la dimension stratégique de l'information et de la communication dans les réseaux de la Recherche-Développement», Laboratorio de la Comunicación y la Información Científica y Técnica (LABCIS),

El conflicto Gallo-Montagnier o la era de la geoeconomía

El conflicto Gallo-Montagnier sobre el descubrimiento del virus del sida2 demuestra las ventajas que confiere las lógicas de cooperación-competencia y del preposicionamiento en las redes de publicaciones. Sin embargo, también demuestra igualmente cómo la lógica científica puede ser atravesada por intereses geoeconómicos. Actores en los sistemas, la geoeconomía implica pues realizar una verdadera síntesis estratégica.

De la polémica científica al conflicto económico

A partir de 1983, el americano Robert Gallo del Instituto Nacional del Cáncer (National Cancer Institute), perteneciente a los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses, aprovechó su notoriedad y utilizó su influencia en la comunidad científica para atribuirse los conocimientos sobre el virus del sida del equipo del francés Luc Montagnier del Instituto Pasteur francés. A pesar de su cooperación, los dos equipos tienen desde el principio una concepción muy diferente de la naturaleza del virus. Esta divergencia es esencial, puesto que se convirtió en el punto de partida de la pelea científica. Desde 1982, Robert Gallo creyó en la similitud entre el HTLV que descubrió y el virus del sida; el equipo del Instituto Pasteur habló del LAV (el virus de linfoadenopatía). Desde entonces, cada equipo actuó para que su concepción fuese reconocida mediante la publicación de artículos en revistas científicas de primer orden.

El equipo de Luc Montagnier (Françoise Barré-Sinoussi, Jean-Claude Chermann y Willy Rozenbaum) tomó la iniciativa presentando un artículo en la revista Science. Robert Gallo es un reviewer de esta revista, lo que incitó al equipo francés a presentarle el artículo. Por su posicionamiento en las redes y una inteligencia segura de la situación, Robert Gallo no se opuso al artículo: controló la comunicación de los investigadores franceses proponiendo un abstract relacionado con su HTLV. Luc Montagnier, que se mostró muy reticente al principio, acabó por aceptar. Paralelamente, Robert Gallo publicó un artículo en el que mostraba la presencia del HTLV en enfermos de sida. Aunque los dos artículos son publicados casi simultáneamente, el del equipo de Luc Montagnier tiene poco eco y no es mencionado. Según Robert Gallo, Science que había rechazado el artículo, a fin de cuentas lo hubiera publicado gracias a su intervención. El abstract que redactaba el norteamericano mencionaba la relación del HTLV no reflejaba lo que expresaba el artículo de los franceses. Otras maniobras de este tipo no tardarán en aparecer. La polémica científica que comienza entre los dos investigadores será sustituida por el conflicto económico.

La Oficina Americana de Patentes otorgó muy rápidamente una patente al test de detección del sida establecido por Robert Gallo, mientras que el establecido unos meses antes por el Instituto Pasteur continuó sin recibir ninguna respuesta. Los franceses preguntaron el por qué a la Justicia norteamericana, pero los procedimientos eran interminables y costosos. En 1987, se estableció un acuerdo entre Francia y Estados Unidos, y se creó una Fundación franco-americana. A pesar de una falta de ética evidente, los americanos salieron beneficiados de la negociación.

En 1989 apareció una encuesta firmada por John Crewdson en The Chicago Tribune con el siguiente titular: «Golpe de teatro». Un demócrata del Congreso movilizó a la Oficina para la Integridad Científica y acusó a Robert Gallo de fraude científico. El caso se reavivó. A través de él, se cuestionó también a la Administración republicana. Robert Gallo, que admitió sus fechorías, fue reconocido culpable en primera instancia, pero finalmente es absuelto en recurso. Todo el dispositivo americano se puso en acción, desde la prestigiosa revista científica Science hasta el secretario de Estado de la Salud e incluso el mismo presidente de Estados Unidos. En 1994, se renegocia el acuerdo franco-americano, pero el reparto de los royalties continuó desfavorable a los franceses, obligados a repartir lo que les pertenecía.

Las enseñanzas estratégicas de este conflicto de paternidad

En la relación de cooperación, la economía o la ciencia (donde cada compañero es también un adversario potencial), las categorías políticas y militares de amigo-enemigo no son pertinentes. Como dice Lionel Bellenger, catedrático en la Universidad París III-Sorbona, en un libro general sobre el estratega y la educación del espíritu de competición, «parece interesante ampliar el debate y enriquecer las dos orientaciones 'originales', haciéndolas evolucionar hacia involucrar o controlar. Esta mutación de los términos autoriza un uso menos beligerante y radical del sentido de atacar o de defender.

• De inspiración inofensiva y directa la estrategia del involucramiento se traduce por tomar una iniciativa. Eso es una estrategia de los innovadores que aceptan el riesgo y las relaciones de fuerza. En vista de imponer algo nuevo tomando ventaja sobre los competidores mediante el juego cara descubierta.

• De inspiración defensiva e indirecta, la estrategia de control se basa en el atentismo y el arte del rodeamiento. Dos nociones se imponen: la influencia y la cooperación.

Siguiendo con Lionel Bellenger, «la estrategia de control es de esencia diplomática: se trata de esperar para avanzar mejor buscando apoyos, ligando cooperaciones, influenciando».

Ninguna de las dos estrategias es superior a la otra y el verdadero estratega es aquel que sabe unir ambas. La síntesis estratégica puede resumirse por la fórmula siguiente: dominar para avanzar. Así, Robert Gallo ha sabido utilizar perfectamente su posición en el sistema: notoriedad (posible premio Nobel) e influencia sobre las revistas científicas más importantes (Science, Nature), pero también sobre los medios de comunicación. A partir de ahí, lleva a cabo una doble estrategia de involucración y de control con el fin de ocultar una relación de fuerzas que le es favorable. Consciente de las posturas geoeconómicas del reconocimiento de la paternidad del descubrimiento de la identificación del virus del sida. El dispositivo movilizado por Gallo se organiza, hace funcionar redes, utiliza mayor firmeza: espacio reducido acordado por Science y Nature a los artículos de Luc Montagnier, olvido por parte de la Oficina Americana de Patentes de la petición de depósito del Instituto Pasteur, pero aceleración del mismo procedimiento para la patente americana, proteccionismo de la Food and Drug Administration (FDA), no divulgación de las relaciones administrativas al encuentro del Freedom and Drug Act, retirada de las condenas por mala conducta científica de Popovic, su asistente y de él mismo por el Departamento de Estado de la Salud, etc. «El gobierno americano nos engañó», resume en 1992 un alto responsable francés que desea permanecer en el anonimato.5 Con ciertos «errores»: la investigación del periodista John Crewdson en The Chicago Tribune, la denuncia de las trampas de la Administración americana por Robert Bell,6 un especialista del fraude científico, y la apertura de una investigación por el diputado demócrata.

En cuanto al dispositivo utilizado por Montagnier, no estaba organizado para llevar a cabo una estrategia de control. Negligencia colectiva en la protección del patrimonio científico, silencio de la representación francesa y ausencia de redes entre las estructuras francesas (Instituto Pasteur, el CNRS --Centro Nacional para la Investigación Científica -- y Sanofi, por ejemplo).

• ¿Cómo llevar a cabo entonces una estrategia de involucración si ninguna estrategia de control es posible? «Al principio del caso --explica el Profesor Luc Montagnier--, en los años 1983 y 1984, estábamos prácticamente solos. No había mucha gente en Francia que nos apoyara»7 Desde el principio, Montagnier no conocía el conjunto de fuerzas de las que disponía. Este imperativo de conocer sus fuerzas y sus debilidades yace en la base de toda estrategia. Sin identidad, no puede haber autonomía de reflexión, de voluntad y de capacidad de acción.

«Claro que después las cosas han evolucionado --explica Luc Montagnier--. Paradójicamente, esta evolución ha comenzado cuando Gallo y sus colegas han empujado a que se hablase públicamente de ellos. Nos hemos beneficiado entonces de esta corriente, situación que no está exenta de ironía»7. De hecho, sin la seguridad de tener un dispositivo inteligente, Robert Gallo no habría ido nunca tan lejos en la manipulación. ¿Era su dispositivo demasiado inteligente? No, pero la síntesis estratégica --dominar para avanzar-- es de difícil realización y Gallo lo ha aprendido a expensas suyas. Sin embargo, su dispositivo tenía tal ventaja sobre el de Montagnier, que supo darle la vuelta a la situación en su beneficio. A pesar de las profundas investigaciones y las primeras condenas, Gallo será blanqueado en el recurso. Por el contrario, Montagnier no dispondrá jamás en el seno del Instituto Pasteur de los medios necesarios para librar una batalla jurídica. En cuanto al Estado francés, a pesar del apoyo al Instituto Pasteur por parte del primer ministro, no hubo movilización eficaz de otros gabinetes, por falta de información y de comunicación. Por una parte, el Ministerio de Investigación, con la tutela del Institut Pasteur, estaba poco informado, mientras que el bien informado Ministerio de Sanidad, tenía pocos medios para utilizar.

«La globalización económica, acelerada por la contracción del espacio y del tiempo, anuncia nuevas formas de poder y de organización a escala planetaria», explican Philippe Caduc, director general de la Agencia francesa para la Difusión de la información tecnológica, y Gilles Polycarpe, Consejero en estrategias industriales.

Por encima de toda frontera, estas nuevas formas adoptan una morfología de redes, bastante parecidas a gigantescas mallas recorridas por flujos de financiación, de informaciones, de objetos o de savoir-faire elaborados. Ágiles y deslocalizadas, estas estructuras estratificadas producen igualmente nuevos paradigmas estratégicos que invierten, en gran medida, los conceptos clausewitzenianos, «la guerra económica, en realidad, no lo es en el sentido tradicional del término; en el espacio-tiempo de las redes, competición feroz y colaboración se ven, por ejemplo, estrechamente mezcladas». Esto es lo que muestra el conflicto científico y económico que habrá opuesto, durante diez años, al francés Luc Montagnier con el americano Robert Gallo. Las redes de la investigación forman parte de la geoeconomía. En el corazón del funcionamiento de estas redes encontramos el famoso principio de validez por revisión por pares y el imperativo categórico: «publish or perish».

La comunicación científica en la geoeconomía

Un año después de los acuerdos de Bethesda, el Comité Consultivo Nacional de Ética para las ciencias de la vida y de la salud da un aviso consagrado a los «problemas relacionados con la transmisión de la información científica relativa a la investigación biológica y médica». Después de unos meses de discusiones y debates, se impone una constatación:

«En el ámbito de la investigación biológica y médica se incrementan de manera impresionante el número, rapidez, tecnicidad de las informaciones científicas producidas y transmitidas, al mismo tiempo que el interés prestado por numerosos públicos. La fiabilidad y la lealtad de estas informaciones se convierten al mismo tiempo en objetivos reales sociales, culturales y cívicos, políticos y económicos, terapéuticos y sanitarios, éticos».

Así, las retenciones de informaciones, connivencias interesadas, tentativas de manipulación de los que deciden o propagaciones impenitentes de falsas ideas, incitan al Comité de Ética a pensar que sólo a los problemas clásicos se suman nuevas derivas, especialmente preocupantes, de las cuales serían responsables tanto las fuentes como los mediadores. El Comité destaca que «la información pura, que produciría la investigación y que sería contaminada por la intervención de los medios de comunicación, se contradice cada vez más por la observación imparcial de la realidad… En la calidad de la información biológica y médica actual, la responsabilidad de la colectividad científica está involucrada».

Tratándose de la actitud de los grandes institutos de investigación, el aviso estima que «es generadora de mala praxis, la lógica institucional que conlleva en los investigadores a publicar a cualquier precio, haciendo de estos artículos el criterio casi exclusivo de evaluación de trabajo y de concesión de necesidades». Por otro lado, se preocupa de las relaciones de «connivencia» que pueden establecerse entre investigadores y periodistas, precisando incluso que ciertos grupos de investigación lancen, en connivencia con los medios de comunicación, campañas hacia la opinión para influenciar en su beneficio a los que toman decisiones relacionadas con la financiación».

«Publish or perish»

Para un investigador, publicar en una revista de investigación básica o revista «primaria» procede de un imperativo categórico,10 retomando la expresión de Agnès Sinaï.

La publicación es a la vez la culminación de un proceso de investigación y un nuevo inicio. Concretiza el avance del trabajo de todo un equipo de investigación y raramente de un investigador sólo. La publicación es a la vez información y comunicación de los autores hacia sus pares y de los pares hacia los autores: los autores comunican a sus pares un avance de los trabajos y éstos cobran valor sólo cuando los pares les dan validez. Los artículos científicos enviados a las revistas científicas (Science y Nature, por ejemplo), no pueden ser publicados hasta que son evaluados positivamente por los pares, que en este marco tienen el nombre de referees. Los investigadores en sus laboratorios realizan trabajos que se convierten en ocasiones en avances científicos, sólo cuando son publicados. «Se puede hablar verdaderamente de instancias de poder, en el sentido en que representan lugares centrales, proveedores de legitimidad y, en consecuencia de recursos económicos --analiza Pierre Fayard en su libro sobre comunicación pública de las ciencias--. Al inicio, sociedades sabias consagradas a la «defensa e ilustración» de las ciencias, las instituciones científicas constituyen objetivamente el pivote de verdaderos lobbies disciplinarios. De la fama de sus trabajos, de sus miembros y de sus producciones depende su porvenir, y en parte su financiación.»

El esquema del publish or perish conlleva dos implicaciones estratégicas:

• Ocupar el máximo espacio. Para ser reconocido, un investigador debe publicar mucho. Como analiza Michel Crozon, director de la Información científica en el CNRS, el número de publicaciones sigue siendo el criterio de base para ser reconocido y obtener créditos, esto lleva a ciertos investigadores a diluir sus textos en varias publicaciones. Esta estrategia aumenta las posibilidades de ser citado y de figurar en el famoso Science Citation Index del Instituto para la Información Científica de Filadelfia.

• Ser el primero en publicar o ser el más rápido. Este principio corresponde exactamente a la primera ley de márketing o ley del primer ocupante, «Más bien ser el primero que el mejor». Este paralelismo con las leyes del márketing no es el fruto del azar, sino de estrategias de involucración o de control, dictadas por las realidades geoeconómicas. Esta dimensión estratégica surge durante conflictos como el que opuso el francés Luc Montagnier al americano Robert Gallo, respecto de la paternidad del descubrimiento del virus del sida.

Numerosos testimonios confortan la idea de que la hegemonía anglosajona compromete la igualdad de acceso a las publicaciones de los investigadores. Sir John Maddox, anterior responsable de la prestigiosa revista científica británica Nature, reconoció públicamente en Barcelona en el año 1995, el rechazo bastante constante de artículos firmados por franceses. El argumento expuesto fue: «un tercio inicial de los artículos franceses se enfocan sobre contextualización no van directamente al grano». Los filtros culturales y sus sistemas de valores conducen la ciencia en un sentido que puede ser ventajoso o desventajoso para los investigadores, según su nacionalidad o la de sus laboratorios. Según Claude Kordon, investigador del INSERM (Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia) y redactor en jefe de la revista Neuroendocrinology, el papel de los anglosajones en los comités de lectura es «desmesuradamente activo respecto a su contribución real»,10 pero esta desmesurada implicación no sorprende cuando se reflexiona en términos geoeconómicos.

En lo que concierne a la producción científica, el Observatorio de las Ciencias y las Técnicas de Francia constata igualmente que «la propia selección en el Science Citation Index desfavorece a los países/disciplinas cuya investigación está menos internacionalizada y menos convertida al inglés (Europa del sur, Europa central y oriental)».15 Este apunte del Observatorio de las Ciencias y las Técnicas toma acta de la realidad de la geoeconomía que sobrepasa de largo las únicas posturas y prácticas del campo económico «clásico», pero sobre todo muestra que las nuevas batallas normativas se basan en lógicas invisibles y estrategias.

El sistema de publicación científica bajo el dominio logístico de los investigadores anglosajones, que aprovechan el «casi» monopolio del inglés para posicionarse en las redes de validación que sus producciones científicas alimentan ampliamente. El reparto de los valores comunes permite poner en fase ajustar los intereses privados y los intereses públicos para la constitución de las redes hegemónicas de la ciencia internacional. Si el dominio anglosajón es un hecho, no es el único resultado de una política voluntarista de un Estado, lo que no quiere decir que ningún Estado no refuerce su ventaja logística.

«La hegemonía angloamericana en la producción y el reconocimiento científico actúan objetivamente como una verdadera estrategia logística mundial... Una convergencia de medios asocia a las revistas primarias, las grandes agencias, al igual que los grandes títulos de la prensa cotidiana de Estados Unidos de América. Todo esto funciona como un muy eficaz network en sentido literal del término: el de una red que trabaja, pero mallas de las cuales es difícil escapar. Este dato se desprende de la encuesta sobre el periodismo científico en Europa, realizada por Pierre Fayard. Aún reconociendo la necesidad de las revistas primarias, Rainer Flöhl, periodista del Frankfürter Allgemeine Zeitung, pone en duda su imparcialidad en el dominio de la investigación médica: «Ciertos periodistas americanos no dan mucho crédito a las investigaciones alemanas. Por ejemplo, a The New England Journal of Medicine no le gustan las contribuciones provenientes de Alemania y a The Lancet tampoco. Conocen los trabajos y a los investigadores, pero no dan crédito a los alemanes. Esto se constata cuando los alemanes producen resultados antes que los americanos… Ellos [por los americanos] dominan el campo... Es un país líder que controla los circuitos, por eso los convierten en poco accesibles».

El sistema de validación y de circulación de los resultados de la investigación va en contra de una Europa que se encuentra prácticamente en la situación de un continente subdesarrollado, sin dominio sobre los circuitos de reconocimiento y difusión. Como lo ha mostrado la encuesta «Sciences aux Quotidiens», esto hace que el peso de este «net that works» sea tal que los periodistas científicos europeos estén más pendientes de los hechos que ocurren más allá del Atlántico que de los que ocurren en los centros de investigación de Europa. La investigación es internacional y el sistema de validación sólo puede ser internacional, pero ¿lo es todavía cuando sabemos que la revista Science es ante todo la revista de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.

Tal y como hemos mostrado a través del conflicto Gallo-Montagnier sobre el descubrimiento del virus del sida, la «neutralidad» de la ciencia funciona en beneficio de los que controlan las redes de validación y de difusión de los resultados de la investigación para sacar un provecho evidente y reforzar su potencia, especialmente económica. La ciencia moderna es ciertamente internacional por esencia, pero su sistema de validación por pares aventaja hoy en día a los anglosajones, que han sabido jugar la proximidad con los centros de información y decisión. ¿Cómo explicar que un país como el Reino Unido, que destina una pequeña parte de su producto interior bruto (PIB) a la investigación y recibe menos investigadores extranjeros que Alemania o Francia, sea no obstante el primer productor científico europeo en número de publicaciones?

La dimensión geoeconómica de la comunicación científica

Tras tomar nota del nuevo reparto geoeconómico, el Ministerio de Investigación francés difunde, en el año 1995, un tríptico titulado «Protección de la creación científica y técnica y vulnerabilidad de la información (Guía a disposición de los investigadores)». Siendo hoy en día el riesgo más económico que militar, la guía explica que «el científico se vuelve siempre más un actor económico por el hecho de que no hay economía sin valoración de la investigación. La valoración no funciona sin posesión de los resultados, es decir sin protección previa, especialmente jurídica. El investigador que no se protege reduce, por otra parte, sus oportunidades de ser creíble hacia compañeros científicos extranjeros o industriales».

El mismo año, el director general del CNRS envía una carta al conjunto de directores de unidades de investigación para instarles a la mayor prudencia. Les pide que, en particular, presten atención a la claridad, la pertinencia y la actualidad de la información difundida, y a la reputación de su unidad no pudiendo contener una publicación datos mediocres u obsoletos. Controlar muy de cerca el contenido de esta presentación con el fin de evitar la divulgación de informaciones confidenciales y más especialmente aquellas que atañen a la vida privada o bien aquellas que tienen tratos efectuados bajo contrato público, comercial o industrial.

Sin embargo, la información no está circunscrita al laboratorio. Ésta circula en el seno de redes de validación de revistas científicas, foros de expertos o coloquios internacionales. La posibilidad de consultar de modo rápido y fácil cualquier publicación en el mundo entero no está ciertamente exenta de riesgo. «Todavía no he publicado nada y otros autores me citan», se extraña un joven investigador del CEA (Comisariado francés para la Energía Atómica), cuyo proyecto difundido a través de Internet ya ha sido tomado como referencia en otro artículo. Otro tipo de riesgo es el reflejo red. Mediante el sistema de abono a conferencias sobre temas que les conciernen, los investigadores deben responder a preguntas relacionadas con sus trabajos.

Esta oposición libertad-seguridad no es nueva. En 1987, La Jaune et la Rouge, revista francesa de la Escuela Politécnica, abordaba en uno de sus números el tema de la información científica. En un artículo titulado «Visitantes y becarios extranjeros en nuestras empresas y laboratorios: una cooperación no siempre inocente», la francesa DST (Defensa Estratégica del Territorio) advierte a los científicos de los riesgos que acarrea esta cooperación. Se identifican entonces dos tipos de países: los países de riesgo, en particular la ex Unión Soviética y China, para los cuales la libre circulación de los conocimientos presenta un interés evidente, mientras que para los becarios franceses en estos países, el acceso a la información es limitado; y los países amigos, especialmente Estados Unidos y Japón, que pueden seguir objetivos parecidos a los de los países anteriormente citados, o bien buscar informaciones permitiendo evaluar el avance de las investigaciones francesas y prever todo adelanto científico o tecnológico. Las investigaciones emprendidas en estos países, muy a menudo están más avanzadas que las de Francia. En el mismo número de la revista mencionada, el director de Estudios e Investigación de la Escuela Politécnica aboga con vigora favor de la libre circulación de la información científica. «La comunicación es esencial. El dar a conocer a otros científicos lo que acabamos de descubrir y aprender lo más rápido posible lo que los demás acaban de encontrar, son imperativos. Por esencia, la investigación es transparente en sus resultados, e internacional a nivel de su funcionamiento colectivo. Resulta que una institución, una multinacional o una nación que tienen interés estratégico en desarrollar investigaciones, necesariamente deben dejar a sus investigadores una gran libertad de comunicación, por muy grandes que sean los riesgos comerciales o políticos respectivamente. La historia muestra que la privación de esta libertad ahoga toda investigación existente en pocos años». Esta petición urgente de comunicación transfronteriza entre investigadores sería natural: «Esta petición no se presenta de la misma manera para un investigador debutante o para un premio Nobel; tampoco si la actividad del investigador es la investigación fundamental, la investigación I+D; como hemos visto, eso forma parte de la naturaleza del trabajo científico», concluye el director de Estudios e Investigación de la Escuela Politécnica.

La libertad está en el corazón del funcionamiento de la investigación. «Cuando se cierran con llave las puertas de un laboratorio --señalaba Pasteur-- se encierran más cosas al exterior del laboratorio que en el interior». Así, a principios de los años ochenta, la Administración estadounidense, se ve bajo la presión de los militares, que quieren limitar la libre circulación de la información científica, es decir «dar un serio apretón al liberalismo de los laboratorios que acogen a estudiantes extranjeros de diferentes procedencias, publican resultados científicos concernientes a la defensa nacional o autorizan la participación a cualquier coloquio sobre temas sensibles». ¿Qué hay más normal que evitar, en plena guerra fría, las fugas hacia los países del Este? En la práctica, además del límite de tales procedimientos (lección del Proyecto Manhattan), las medidas tomadas por la Administración parecen penalizar ante todo a las empresas americanas y, por otra parte, crear problemas a los científicos, instaurando una «zona gris». Dónde empiezan y dónde acaban los temas sensibles, sabiendo por ejemplo que un microprocesador puede a la vez controlar aparatos domésticos y misiles. Ante las protestas de la comunidad científica americana, pero también tomando en consideración la relación ventajas/inconvenientes, la Administración se ve obligada a abandonar el concepto de «zona gris». O la investigación es secreta, o bien no lo es. ¿Es posible entonces conciliar los imperativos de competitividad y de seguridad en el campo de la I+D?

Así, la comunidad científica rusa muy marcada por la guerra fría, y por tanto por las posturas geopolíticas, va a descubrir a principios de los años noventa la nueva lógica de la geoeconomía. La actuación de las Fundaciones Soros lo ilustra perfectamente. Al crear una veintena de fundaciones destinadas a los países del Este, el financiero de origen húngaro Georges Soros les destinó la mayor parte de su tiempo y cerca de

50 millones de dólares al año. Entre estas fundaciones, la Fundación Internacional Ciencia (International Science Foundation) invierte, desde la caída de la Unión Soviética, más de 100 millones de dólares para ayudar a científicos rusos cuya situación económica es alarmante. Desde 1993, muchos de ellos sólo trabajan gracias a la acción de la Fundación Soros. Por la agilidad de su gestión privada, esta fundación ha podido crear sus propias redes en Rusia, país donde los problemas de distribución y de circulación han sido siempre críticos. La Fundación ha conseguido montar un sistema bancario que posibilita las transferencias de dinero, implantar su propia agencia de viajes con el fin de que los científicos obtengan billetes a buen precio en menos tiempo, pagar las facturas de electricidad de ciertos laboratorios e instalar Internet en Moscú. Las redes creadas por las Fundaciones Soros están en fase con los intereses económicos, políticos y militares estadounidenses: fuga de cerebros hacia Estados Unidos, donde científicos de buen nivel están en paro, desestabilización del régimen político ruso, riesgo de proliferación nuclear, etc. Aliando filantropía e influencia, las actuaciones del financiero se encaminan en el sentido de intereses estratégicos americanos, demostrando la fuerza de los dispositivos capaces de instrumentalizar valores tales como el liberalismo o la democracia. Portadora de oportunidades, la actuación de la Fundación Internacional Ciencia, de Georges Soros, hacia los científicos rusos representa una real injerencia.

Nuevas amenazas y responder a las oportunidades que se desarrollan paralelamente, los estados se han dado cuenta de que no se trataba simplemente de ceñirse a defender su patrimonio científico y tecnológico, sino más bien de jugar sobre los nuevos «tableros de ajedrez invisibles» de la cooperación y la competencia. Es por eso que desde hace algunos años ha aparecido la noción de seguridad económica y fueron los estadounidenses los primeros en hablar de seguridad económica. Ante el Senado, desde 1993, el Secretario de Estado, Warren Christopher, había declarado airadamente: «La seguridad económica de Estados Unidos debe ser elevada al rango de primera prioridad de la política extranjera», explica Jacques Isnard, especialista en temas de defensa para el diario Le Monde.

En abril de 1995, el Gobierno francés creó un Comité para la Competitividad y la Seguridad Económica. El informe al Presidente de la República, sobre la creación de este Comité, teniendo en cuenta las mutaciones en curso (globalización, nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, etc.), destaca: «el dominio de los flujos de informaciones condiciona la hazaña económica y, a través de ella, la defensa del empleo. Sostiene las relaciones de fuerza internacionales que utilizan el enfrentamiento como asociación». Este dominio de la información estratégica, explica el informe, no es posible en el marco de los modos de organización clásicos. Supone una nueva forma de organización que da cuenta de inteligencia. Las experiencias japonesa, alemana, americana o sueca han demostrado los méritos de este modo de organización, poniendo en evidencia que «el Estado tiene una contribución decisiva que aportar a la recogida y explotación de las fuentes de información más pertinentes con respecto al desarrollo económico, de la competitividad y de la división internacional de las actividades. El Estado juega un papel irremplazable para influir en los arbitrajes en el seno de instancias internacionales o para apoyar a empresas nacionales sobre los mercados extranjeros».

El informe constata el retraso francés sobre los principales socios y competidores. Tercer productor mundial de informaciones científicas, técnicas y económicas, Francia es de hecho el decimosexto en utilizar estas informaciones. Además, su dispositivo actual de recogida y explotación de la información económica estratégica, lejos de ser menospreciable, sufre múltiples parcelamientos y una ausencia de coordinación. «Tal imperativo --concluye el informe-- impone la adopción de una metodología dinámica y ofensiva, coordinada por el Estado, con el fin de reforzar, a todos los niveles, la capacidad de concertación e intercambio de informaciones entre los actores económicos y políticos».

En la sociedad de la información, siendo una sociedad abierta, la seguridad se realiza tanto por la comunicación como por el secreto. La patente es un símbolo, cuya mayor protección es hacerse pública. El medio de protección para la patente representa también una fuente extraordinaria para la vigilancia tecnológica. De ahí, el paso del principio mercante del donador-donador al principio más estratégico del receptor-receptor, concepción japonesa de la información ligada a un modo de capitalismo relacional. En tal contexto, era lógico que la noción clásica de seguridad de Defensa ceda el paso a la de seguridad económica. Es en este ámbito que el famoso principio «publish or perish» , y más general la comunicación científica entre pares, deben ser reconsideradas.

Conclusión

Con el advenimiento de la sociedad de redes, la diferencia entre los que tienen el saber y los que no lo tienen viene a ser una diferencia entre los que pueden dominar los flujos de información, mediante dispositivos inteligentes, y el resto. «Múltiples actores, públicos y privados, han contribuido a dibujar la topografía de las redes y de los sistemas a escala mundial --comenta Armand Mattelart--. Lo han hecho invocando ideales y/o intereses muy diversos.

En las batallas de la innovación, un país, un laboratorio o un científico deben adoptar una estrategia de redes que le permita orientar su acción por la observación, decidir y actuar. En otras palabras, el innovador debe constituir un dispositivo de inteligencia con su entorno. Inscribiéndose dentro de los sistemas de poder, tendrá que «gestionar» simultáneamente una estrategia de involucración y una estrategia de control. En este marco, la capacidad de su dispositivo de recolección y tratamiento de la información, al igual que comunicar, será determinante.

Tal y como analiza Jacqueline Russ, en su libro sobre las teorías del poder, lo que legitima el poder es la posibilidad de transmitir un mensaje de un punto a otro, el pertenecer a una estructura de red: «Normas, poderes, sistemas de información: el poder contemporáneo dibuja sus múltiples figuras sobre un fondo de sociedad abierta, en el interior de un conjunto dinámico. De hecho, una sociedad no sólo se define por reglas que obligan y el mantenimiento. Designa también un sistema abierto y una capacidad adaptativa. El poder contemporáneo gestiona, con una subtitularidad extrema, el desorden que toma a su cargo. Todo poder, lo sabemos, gestiona el desorden. Esta gestión actual del desorden opera por sistemas de comunicación, por normas, por estrategias abiertas, por dominaciones enmascaradas y disfrazadas».

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